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pintura y psiquiatria

¿Es verdad que para pintar hay que estar loco? ¿Es cierto que, para ser un pintor creativo, hay que tener un cierto grado de locura? ¿Genio, pintura y locura están íntimamente unidos? La respuesta es que sí, que frecuentemente hay que ser "un poco distinto", anticonvencional, diferente de carácter o "especial". En ocasiones también se ha visto clarísimamente que hay más enfermos mentales entre los artistas pintores. Voy a distinguir entre cuatro grandes trastornos: el daño cerebral, los trastornos psicóticos, los trastornos depresivos y los que ahora se llaman "trastornos de la personalidad".

Parece ser que, si uno está bien, tranquilo y sin ansiedad, no tiene necesidad de crear, sino de pasearse, ver el campo y sentir placer. También parece ser cierto que, para obtener una cierta tensión creativa, hace falta una cierta reverberación de unos circuitos cerebrales que tienen que ver con la ansiedad y la depresión. Es decir, intervienen los mismos circuitos cuyo equilibrio está desarreglado en los trastornos depresivos y en los trastornos psicóticos. Frecuentemente, los artistas sufren pequeños grados de desequilibrio de esos neurotransmisores que les inclinan a crear; y, si no los tienen, se los buscan con drogas, insomnio o una vida agitada y tormentosa. Entonces la creatividad les calma y les relaja, y disminuye su ansiedad o depresión; y ese desequilibrio les produce un nuevo arreglo homeostático.

Sabido es que la enfermedad de Alzheimer destruye la personalidad y trastorna todas las actividades cerebrales. El famoso pintor Willem de Kooning, uno de los grandes expresionistas norteamericanos, atesora cuadros excelentes y una producción muy parca porque era tan perfeccionista que trabajaba durante meses en cada cuadro. Llegó a ser uno de los quince mejores artistas según las grandes revistas internacionales, pero padeció Alzheimer. A los setenta años, tras dos años de sequía creativa, empezó a pintar de forma distinta. Tras su tratamiento empezó a crear enormes cuadros en tan grandes cantidades (más de doscientos en un año), que inundó el mercado del arte durante los tres últimos años de vida, mientras que antes de la enfermedad, paradójicamente, le costaba meses enteros pintar uno solo. Quizá la calidad de esta pintura última no iguala a la anterior, pero la desestructuración del Alzheimer permitió una hiperproductividad.

D. José Guimón Ugartechea
Catedrático de Psiquiatría de la UPV

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