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Como las vueltas que da el bailarín en las que se va desplazando sobre él mismo y a traves del suelo sobre el que danza, nosotros danzamos por un mundo desplazándonos de un lado a otro, pero también alrededor de nosotros mismos, cada segundo, cada minuto, en ese giro puede cambiar nuestra vida.
Los sentimientos giran con nosotros, abren y cierran puertas dependiendo del giro si es hacia un lado o hacia otro. ¿Podemos controlar ese giro de la vida? Hay quien dice que si, que nuestro autocontrol es superior a cualquier otra situación que nos supere, hay quien se deja llevar por el giro y acaba estrellándose contra una pared de rencor y rabia, pero también podemos girar intentando no rozar siquiera al otro, cambiar la pasión de la danza por unos movimientos controlados en los que no pones tu alma, pones tu cerebro y cuentas: 1,2 1, 2 1,2 y así seguramente no llegarás tanto al alma del otro, pero tampoco le arrollarás con la locura en que te pierdes cuando danzas.
Un propósito, una idea, estos cambios por un momento en que no se puede volver atrás, te arrollan unos días, pero se quedan muy adentro, pueden "mudar" una vida entera.
Esta mutación es el resultado de muchos bailes en los que has tropezado, de un aprendizaje difícil en el que un día al final reconoces el camino para poder hacerlo correctamente.
Yo quiero mutar mi danza, pero también quiero tener un espacio limpio y grande para danzar en el que por muchos errores que cometa, no pueda pisar ni tropezar, no pueda romper ni herir.
Casi se convierte en vuelo la danza cuando es así, cuando es suave, sin excitación, dulcemente llevada por una libertad adquirida y buscada en la que decides cambiar tu manera de bailar.
Seguramente la mutación será completa, entonces, a los que les molestaba tu danza imperiosa y arrogante, no te reconocerán, pero tu habrás querido cambiar, no por ellos sino por ti misma y cuando alejados de ti, añoren el baile anterior, tu habrás volado lejos, sin rencor, ni rabia, solo con un giro de un segundo que te llevará al país del Más Allá.
P. Bamba
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