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Miguel Ángel
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Michelangelo Buonarroti (1475-1564)
Arquitecto, escultor, pintor y poeta
Depresiones (*)
Miguel Ángel o Michelangelo Buonarroti. La figura más destacada del renacimiento italiano. Nació el 6 de marzo de 1475 en el pueblo de Caprese, cerca de Arezzo, aunque, mantuvo a lo largo de toda su vida unos profundos lazos con Florencia, su arte y su cultura.
Pasó gran parte de su vida en Roma trabajando en encargos de los sucesivos papas; sin embargo, siempre se preocupó de dejar instrucciones oportunas para ser enterrado en Florencia; su cuerpo descansa en la iglesia de Santa Croce. Su padre, Ludovico Buonarroti, oficial florentino al servicio de la familia Medici, colocó a su hijo, cuando contaba 13 años de edad, en el taller del pintor Domenico Ghirlandaio. Dos años más tarde se sintió atraído por la escultura en el jardín de San Marcos, lugar al que acudía con frecuencia para estudiar las estatuas antiguas de la colección de los Medici.
Miguel Ángel tuvo la oportunidad de conversar con los Medici más jóvenes, dos de los cuales posteriormente llegaron a ser papas (León X y Clemente VII); conoció también a humanistas como Marsilio Ficino y a poetas como Angelo Poliziano. Con 16 años, ya había realizado al menos dos esculturas en relieve, el Combate de los lapitas y los centauros y la Virgen de la Escalera (ambas fechadas en 1489-1492, Casa Buonarroti, Florencia). Su mecenas, Lorenzo el Magnífico, murió en 1492; dos años después Miguel Ángel abandonó Florencia. Durante una temporada se estableció en Bolonia, donde esculpió entre 1494 y 1495 tres estatuas de mármol para el Arca de Santo Domingo en la iglesia del mismo nombre. Después, viajó a Roma, donde estudió las ruinas y estatuas de la antigüedad clásica que por entonces se estaban descubriendo. Realizó su primera escultura a gran escala, el monumental Baco (1496-1498, Museo del Barguello, Florencia). En esa misma época Miguel Ángel esculpió también la Pietá (1498-1500) para San Pedro del Vaticano, magnífica obra en mármol que aún se conserva en su emplazamiento original. La terminó casi con toda seguridad antes de cumplir los 25 años de edad, es además la única obra en la que aparece su firma.
Sentada, la Virgen María sostiene a Cristo muerto en su regazo, iconografía que toma del arte del norte de Europa. En lugar de aparentar dolor, María se contiene, se refrena, con una expresión en el rostro de total resignación. Con esta obra Miguel Ángel resume las innovaciones escultóricas de sus predecesores en el siglo XV, como Donatello.
Su estilo de juventud viene marcado por la gigantesca (4,34 metros) escultura en mármol del David (Academia, Florencia), realizada entre 1501 y 1504, tras su regreso a Florencia. David aparece representado como un joven atleta desnudo, musculoso, con la mirada fija en la distancia, buscando a su enemigo, Goliat. La intensa y penetrante mirada, la fuerza expresiva que emana del rostro del David es, junto con la escultura de Moisés, realizada posteriormente, el mejor ejemplo de la terribilitá miguelangelesca, rasgo distintivo de muchas de las figuras del artista toscano así como también de su propia personalidad. El David, la escultura más famosa de Miguel Ángel, llegó a convertirse en el símbolo de Florencia, colocada en un principio en la Plaza de la Señoría, frente al Palazzo Vecchio, sede del Ayuntamiento de la ciudad. En 1910 se colocó en ese lugar una copia del original que se encuentra en la Academia. Con esta obra Miguel Ángel demostró a sus coetáneos que no sólo había superado a todos los artistas contemporáneos suyos, sino también a los griegos y romanos.
Paralelamente a su trabajo como escultor, tuvo la oportunidad de demostrar su pericia como pintor al encomendársele un fresco para el Salón de los Quinientos del Palazzo Vecchio, la Batalla de Cascina, frente a otro encargado a Leonardo sobre la Batalla de Anghiari. Ninguno de los dos artistas llevó a cabo su cometidosólo se realizó un dibujo preparatorio sobre cartón a escala natural. En 1505 Miguel Ángel interrumpió su trabajo en Florencia al ser llamado a Roma por el papa Julio II para realizar dos encargos. El más importante de ellos fue la decoración al fresco de la bóveda de la Capilla Sixtina, que le tuvo ocupado entre 1508 y 1512, 24 años antes de comenzar, en 1536, el Juicio Final. Pintando en una posición forzada, acostado de espaldas al suelo sobre un elevado andamiaje, Miguel Ángel plasmó algunas de las más exquisitas imágenes de toda la historia del arte. Sobre la bóveda de la capilla papal desarrolló un intrincado sistema decorativo-iconográfico en el que se incluyen nueve escenas del Libro del Génesis, comenzando por la Separación de la luz y las tinieblas y prosiguiendo con Creación del Sol y la Luna, Creación de los árboles y de las plantas, la Creación de Adán, Creación de Eva, El pecado original, El sacrificio de Noé, El Diluvio Universal y por último La embriaguez de Noé. Enmarcando estas escenas principales que recorren longitudinalmente todo el cuerpo central de la bóveda, se alternan imágenes de profetas y sibilas sobre tronos de mármol, junto con otros temas del Antiguo Testamento y los antepasados de Cristo. Estas imponentes y poderosas imágenes confirman el perfecto conocimiento que sobre la anatomía y el movimiento humanos poseía Miguel Ángel, cambiando con ello el devenir de la pintura occidental. Con anterioridad a la bóveda de la Sixtina, en 1505, recibió el encargo del papa Julio II de realizar su tumba. Pensada para ser emplazada en la nueva Basílica de San Pedro, Miguel Ángel inició con gran entusiasmo este nuevo desafío que incluía la talla de más de 40 figuras, pasando varios meses en las canteras de Carrara para obtener el mármol necesario. Miguel Ángel pudo terminar algunas de sus mejores esculturas con destino a la tumba de Julio II, entre las que destaca el Moisés (c. 1515), figura central de la nueva tumba, hoy conservado en la Iglesia de San Pedro in Vinculis, Roma. Otras dos magníficas estatuas destinadas a esta tumba, el Esclavo moribundo y el Esclavo rebelde (c.1510-1513, Louvre, París). Aquí, como en muchas otras esculturas suyas, deja las formas inacabadas, algunas veces por considerar que ésa era la forma deseada y otras por haber abandonado el proyecto durante su realización.
Pese a que el proyecto para la tumba de Julio II había requerido una planificación arquitectónica, la actividad de Miguel Ángel como arquitecto no comenzó de hecho hasta 1519, cuando diseñó la fachada (no realizada) de la Iglesia de San Lorenzo en Florencia, ciudad a la que había regresado tras su estancia en Roma. Durante la década de 1520 diseñó también la Biblioteca Laurenciana, anexa a la citada iglesia, aunque los trabajos no finalizaron hasta varias décadas después. Tomó como punto de referencia el tipo de articulación de muros desarrollado por sus predecesores florentinos, pero infundiendo en ella la misma fuerza y energía que caracterizó su escultura y su pintura. También durante esta larga etapa de residencia en Florencia emprendió -entre 1519 y 1534- el encargo de hacer las tumbas de los Medici en la Sacristía Nueva de San Lorenzo. Ya en Roma comenzó a trabajar en 1536 en el fresco del Juicio Final para decorar la pared situada tras el altar de la Capilla Sixtina, dando por concluidos los trabajos en 1541. Cristo, en actitud de Juez, se convierte en el centro de la composición; a la izquierda, la salvación de las almas que van ascendiendo al cielo; a la derecha, los condenados que van cayendo a un infierno dantesco. Como era normal en él, representó a todas las figuras desnudas, fueron tapados una década después con los paños de pureza, realizados por Daniele da Volterra (conocido como "Il Braghettone" precisamente por este motivo) en un momento en el que el clima cultural se había convertido en mucho más conservador. El propio Miguel Ángel aparece retratado en la piel desollada de san Bartolomé, a los pies de Cristo.
Pese a que durante la década de 1540 recibió también el encargo de decorar al fresco la Capilla Paulina, la principal actividad en esta fase de su vida la encaminó Miguel Ángel hacia la arquitectura. En 1538-1539 se iniciaron las obras de remodelación de los edificios en torno a la Plaza del Capitolio (Campidoglio). El proyecto de ordenación de la plaza diseñado por Miguel Ángel no se llevó a cabo hasta finales de la década de 1550 y no se remató hasta el siglo XVII. Concibió el Capitolio como un espacio ovalado, y en su centro colocó la antigua estatua ecuestre en bronce del emperador Marco Aurelio. En torno a ella dispuso el Palacio de los Conservadores y el Museo Capitolino, así como también el Palacio del Senado, dando al conjunto una nueva uniformidad constructiva acorde con la monumentalidad propia de la antigua Roma.
La obra cumbre de Miguel Ángel como arquitecto fue la Basílica de San Pedro. La dirección de las obras, iniciadas por Donato Bramante y continuadas, entre otros, por Antonio da Sangallo y Rafael, le fueron encomendadas por el Papa en 1546. Siguiendo el esquema de Bramante, Miguel Ángel diseñó un templo de planta de cruz griega coronado por una espaciosa y monumental cúpula sobre pechinas de 42 metros de diámetro. Posteriormente, Carlo Maderno modificó la planta original y la transformó en una planta de cruz latina.
Llegó a componer versos de indudable calidad, en los que pone de manifiesto sus pensamientos, ansiedades, frustraciones, ideas estéticas y su relación con la filosofía neoplatónica.
El gran poeta del renacimiento Ludovico Ariosto escribió refiriéndose a él: "Miguel Ángel, más que mortal, divino".
Fuente del texto: http://stud.iuav.it/~soft/paginarte/pittori/biografie/spa/biografie.Michelangeloesp.html
(*) Miguel Ángel sufría de constantes depresiones, que en ocasiones entorpecían notablemente su trabajo: "... Llevo una existencia miserable y no me preocupan la vida ni el honor, -son de éste mundo-; vivo cansado a causa de los formidables trabajos y perseguido por mil angustias. Así he vivido éstos últimos quince años y jamás he experimentado un momento de felicidad"
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