14/08/06 | Obra de Jawlensky como la anterior
"(...) quisiera hablarle acerca de mi evolución artística, que es también la evolución de mi alma. En 1911 encontré una forma y un color propios y pinté cuadros fuertes con figuras y cabezas completas, y con ellos me hice un nombre. Así seguí hasta 1914.
(...) [En Suiza] quise seguir pintando mis potentes cuadros con sus fuertes colores, pero sentía que no podía. Mi alma no me permitiría seguir con esa pintura sensible, aunque había una gran belleza en mi trabajo. Sentí que tenía que encontrar otro lenguaje, un lenguaje más espiritual. Eso era lo que sentía. Me senté ante la ventana. Frente a mí veía un sendero, unos cuantos árboles y, de vez en cuando, en la distancia, una montaña.
Entonces empecé a buscar una nueva vía en el arte. Era realmente difícil. Sabía que no debía pintar lo que veía, ni siquiera lo que sentía, sino lo que había en mí, en mi alma.
Para decirlo metafóricamente, era algo así: sentía como si en mi corazón hubiera un órgano que yo tenía que hacer sonar. Y la Naturaleza, que veía ante mí, me empujaba a ello. Y había una llave que abría ese órgano y lo hacía sonar. Al principio era muy difícil. Pero poco a poco no me fue tan difícil encontrar mediante el color y la forma lo que había en mi alma. Mis formatos se hicieron pequeños: 30 x 40. Pinté muchos cuadros, que titulé ´Variaciones sobre un tema de Paisaje´.
Hay canciones sin palabras. Pinté esas Variaciones durante algunos años, y luego sentí la necesidad de encontrar una forma para el rostro, porque había llegado a comprender que el gran arte sólo puede pintarse con un sentimiento religioso. Y esto solamente lo podía llevar al rostro humano. Comprendí que el artista tiene que expresar a través de su arte, en formas y colores, lo divino que hay dentro de él. Así pues, una obra de arte hace visible a Dios y que el Arte es ´un anhelo de Dios´.
He pintado ´Rostros´ durante muchos años. Me sentaba en mi estudio y pintaba, y no necesitaba a la Naturaleza como un estímulo. Sólo tenía que sumergirme en mí mismo, rezar y preparar mi alma para entrar en un estado de conciencia religiosa. He pintado muchos, muchos Rostros. Su tamaño es también de 32 x 42. Son técnicamente muy perfectos e irradian una gran espiritualidad.(...)"
(Carta a P.Willibrord Verkade, Wiesbaden 12 de Junio 1938)
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